17 de septiembre de 2015

La celebración del 70º aniversario de las Naciones Unidas es un buen momento para mirar atrás y reconocer lo que se ha conseguido. Durante estos siete decenios, el mundo ha cambiado enormemente. Por lo tanto, este aniversario se presenta también como una oportunidad excepcional para evaluar qué más necesita hacer la comunidad internacional para dar respuesta a los nuevos desafíos.

Gracias a la contribución y la visión decisivas de las mujeres pioneras (y también los hombres) a lo largo de la historia, la igualdad de género y los derechos humanos de la mujer han ocupado siempre un papel central en los tres pilares de la labor de las Naciones Unidas: la paz y la seguridad, el desarrollo y los derechos humanos. La entidad ONU-Mujeres, establecida por la Asamblea General en 2010, tiene el mandato de asegurar que la búsqueda de la igualdad de género se siga considerando un requisito fundamental para lograr el progreso en todas estas esferas interrelacionadas.

Cabe destacar que, desde el principio y en un momento en que el movimiento mundial de las mujeres era todavía incipiente, la igualdad de género se consagró en la Carta de las Naciones Unidas. La Carta estableció que la misión de las Naciones Unidas consistía en “realizar la cooperación internacional […] en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”. Solo había 4 mujeres entre los 160 signatarios: del Brasil, China, los Estados Unidos de América y la República Dominicana. Juntas, lograron incluir los derechos humanos de la mujer en este documento histórico.

En este primer año, el Consejo Económico y Social estableció su Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, como principal órgano normativo mundial en asuntos relacionados con la igualdad de género y el adelanto de la mujer. Quince representantes gubernamentales, todas ellas mujeres, se reunieron para celebrar el primer período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en febrero de 1947, en Lake Success en Nueva York. Una de las primeras tareas que desempeñó la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer fue redactar la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, donde se proclama que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. La Declaración sentó las bases para el desarrollo de nuestro sistema integral de derechos humanos que, hasta la fecha, establece normas universales para desarrollar sociedades mejores y más justas, donde las mujeres y las niñas puedan desempeñar una función equitativa.

Más tarde, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer desvió su atención hacia el adelanto de los derechos políticos de la mujer, en un momento en que numerosos Estados Miembros no habían ampliado todavía los derechos de voto a las mujeres, y hacia la igualdad en el matrimonio. Desde entonces, se han celebrado 59 períodos de sesiones de la Comisión, en los que los Estados Miembros se han reunido para debatir cuestiones fundamentales en relación con la igualdad de género, y para llegar a un acuerdo sobre las medidas prioritarias con el fin de promover la agenda.

Más tarde, en el año 1975, la Asamblea General convocó la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer en México, D.F. para celebrar el Año Internacional de la Mujer. Se hicieron muchos progresos a lo largo del siguiente decenio, 1976-1985, que se declaró el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer. En 1976, se creó el Fondo de Contribuciones Voluntarias para el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (que más tarde se convirtió en el UNIFEM) con el objetivo de ofrecer asistencia financiera y técnica a programas y estrategias innovadores que promuevan los derechos humanos, la participación política y la seguridad económica de la mujer.

La aprobación de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer por parte de la Asamblea General en 1979 constituyó otro de los grandes logros. Esta Convención, que es ahora uno de los tratados de las Naciones Unidas más ampliamente ratificados, se conoce como la declaración internacional de los derechos fundamentales de la mujer. El 30 de abril de 2015, la República de Sudán del Sur se convirtió en el 189º Estado parte que se comprometió a aplicar los 30 artículos jurídicamente vinculantes de dicha Convención.

La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer se sigue ampliando y aclarando a través de recomendaciones generales. Las más recientes tratan sobre las mujeres en la prevención de conflictos, las situaciones de conflicto y posteriores a conflictos; las prácticas nocivas; y las dimensiones de género relacionadas con la condición de refugiado, el asilo, la nacionalidad y la apatridia de las mujeres. Aunque esta Convención es una de las convenciones más ampliamente ratificadas, hay una serie de reservas que limitan su aplicación, especialmente en relación con las leyes y prácticas consuetudinarias, tradicionales y religiosas, así como los derechos de la mujer en la familia y el matrimonio. El Protocolo Facultativo de la Convención, que entró en vigor en el año 2000, reforzó de forma significativa su repercusión al proporcionar el derecho de petición a las mujeres que denuncian violaciones de los derechos consagrados en la Convención. También instauró un procedimiento de investigación de las situaciones de violaciones graves o sistemáticas de los derechos de las mujeres.

Se celebraron otras conferencias sobre la mujer en Copenhague (1980) y Nairobi (1985), seguidas por la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing (1995), que constituyó un hito histórico. Los defensores de la igualdad de género denunciaron en Beijing la multitud de violaciones de los derechos humanos de las que eran víctimas las mujeres y las niñas. Señalaron la necesidad de adoptar leyes y políticas amplias, así como de transformar las instituciones, tanto formales como informales, para lograr la igualdad de género. Los documentos finales de esta Conferencia, la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, siguen siendo los marcos internacionales más amplios para promover los derechos humanos de la mujer. Estos documentos apoyaron firmemente la lucha a favor de la igualdad de género en un marco de derechos humanos y constituyeron una declaración clara sobre la responsabilidad del Estado en el cumplimiento de los compromisos establecidos.

Muchas generaciones se han sentido inspiradas por este firme compromiso y los dos últimos decenios han aportado progresos en muchos ámbitos. Cada vez hay más leyes que promueven la igualdad de género y abordan la violencia contra la mujer y la niña. La matriculación de las niñas en la educación primaria y secundaria ha aumentado. En algunas regiones, hay más mujeres que participan en la fuerza de trabajo. La mortalidad materna ha disminuido en un 45% desde 1990 y en todas las regiones ha aumentado el acceso de las mujeres a la anticoncepción. Se ha duplicado la representación de la mujer en los parlamentos nacionales, que ha pasado del 11% en 1995 al 22% hoy en día. Se han logrado adelantos normativos considerables en la agenda mundial dedicada a las mujeres, la paz y la seguridad, entre ellos, la resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad, que constituyó un hito histórico y se ha seguido reforzando y llevando a la práctica a través de otras seis resoluciones que instan a adoptar medidas urgentes en relación con todos los pilares del programa: la prevención, la participación, la protección y el socorro, la recuperación y la consolidación de la paz.

Sin embargo, al mismo tiempo que celebramos este 70º aniversario, debemos delinear también el largo camino que queda por recorrer.

El progreso general desde Beijing ha sido lento y desigual, con graves estancamientos e incluso retrocesos en diversas esferas. El aumento del nivel educativo de las mujeres y de su participación en el mercado laboral no ha marchado a la par de la mejora de las condiciones de empleo, las perspectivas de adelanto ni la igualdad de remuneración, y las mujeres siguen haciéndose cargo de un porcentaje desproporcionado de trabajo doméstico no remunerado. En algunas regiones en desarrollo, hasta un 95% del empleo de las mujeres es informal; a nivel global, las mujeres perciben un 24% menos que los hombres por el mismo trabajo, y las mujeres asumen casi dos veces y media más de responsabilidades no remuneradas de trabajo doméstico y cuidado de otras personas que los hombres. Las mujeres siguen estando excluidas de la adopción de decisiones en todos los niveles, en particular en todos los aspectos relacionados con la paz y la seguridad. Si seguimos avanzando al ritmo actual, pueden pasar otros 50 años hasta que alcancemos la representación equitativa de la mujer en la política. Las normas discriminatorias, los estereotipos y la violencia, que están muy arraigados, siguen siendo generalizados y las violaciones de la salud y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres siguen estando muy extendidas. El progreso ha sido especialmente lento para las mujeres y niñas más marginadas que sufren formas múltiples e interrelacionadas de discriminación.

En los últimos 20 años, han surgido nuevos retos. La crisis económica y financiera global, la volatilidad de los precios de los alimentos y la energía, la inseguridad alimentaria y el cambio climático han intensificado las desigualdades y la vulnerabilidad, lo cual ha repercutido especialmente en las mujeres y las niñas. Nos enfrentamos a amenazas nuevas y más graves para la paz y la seguridad a nivel mundial. El último año en particular ha estado marcado por el aumento de la violencia, los flujos de desplazamientos en masa y las catástrofes humanitarias relacionadas con estos. Los débiles avances hacia la igualdad de género siguen estando amenazados por el aumento del extremismo y la respuesta negativa ante los derechos de las mujeres en muchos contextos.

En 2015, nos encontramos en un momento histórico con la convergencia de muchos procesos diferentes de las Naciones Unidas que proporcionan una oportunidad sin precedentes para promover la igualdad de género. El examen al cabo de 20 años de la aplicación de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing coincide con la fecha límite de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la deliberación sobre la agenda para el desarrollo después de 2015. La Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, los preparativos para el nuevo acuerdo sobre el clima, los exámenes de alto nivel de las operaciones de paz de las Naciones Unidas y de la estructura de las Naciones Unidas para la consolidación de la paz y de la aplicación de la resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad ofrecen otras oportunidades para progresar que deben aprovecharse.

Este año, ONU-Mujeres publicó su informe principal, titulado El progreso de las mujeres en el mundo 2015-2016: transformar las economías para realizar los derechos. Nos indica cómo sería la economía, diseñada desde hace demasiado tiempo por y para los hombres, si se adaptara a las mujeres y ofrece recomendaciones concretas para la adopción de medidas. Gracias a la mejora de las políticas económicas y sociales, los gobiernos pueden generar empleo decente para las mujeres y garantizar que el trabajo doméstico no remunerado reciba consideración y apoyo. La comunidad empresarial es otra asociada clave para garantizar la participación plena y equitativa de las mujeres en la adopción de decisiones en todos los niveles, promulgar políticas de licencia flexibles y acabar con la desigualdad salarial por razón de género. La sociedad civil, así como las organizaciones de mujeres y los sindicatos, deben desempeñar una función de vigilancia y seguir incluyendo los derechos de las mujeres en la agenda. Los medios de comunicación, por su parte, deben asumir la responsabilidad de representar de forma precisa las vidas de las mujeres, de concederles el mismo tiempo y consideración a sus historias y perspectivas, y de no perpetuar las imágenes estereotipadas y despersonalizadas.

La igualdad de género, el empoderamiento de la mujer y los derechos humanos de las mujeres y las niñas deben constituir una prioridad fundamental en todos los aspectos de la agenda para el desarrollo después de 2015. Nuestro objetivo es nada menos que lograr la plena igualdad, un Planeta 50-50 en 2030, con importantes progresos en los próximos cinco años. Si pretendemos alcanzar este objetivo, debe cambiarse la distribución desigual del poder, los recursos y las oportunidades que perpetúan la desigualdad de género. Esto exige alejarse de los modelos económicos predominantes, que se centran en aumentar el producto interno bruto, y adoptar enfoques alternativos que hagan hincapié en el desarrollo, la realización de los derechos humanos y la sostenibilidad. Es necesario aumentar los recursos de forma significativa y establecer mecanismos sólidos de rendición de cuentas a todos los niveles a fin de garantizar que los encargados de adoptar decisiones cumplan sus compromisos.

Tras decenios en los que se lograron importantes progresos normativos en las Naciones Unidas, se ha establecido firmemente que la igualdad de género y la realización de los derechos humanos de las mujeres y las niñas son fundamentales para lograr los derechos humanos, la paz y la seguridad, y el desarrollo sostenible. Crear un mundo en que las mujeres y las niñas disfruten de sus derechos humanos es uno de los desafíos más decisivos y urgentes de este siglo. Esta tarea abrumadora, aunque posible, requiere pasar de una situación en la que todo sigue igual a una en la que exista un liderazgo político renovado y un compromiso con la transformación real. También exige que asumamos esta tarea con la cooperación y la solidaridad plenas de nuestros asociados en el progreso: los hombres de este mundo.

A la luz de lo anterior, Eleanor Roosevelt, que desempeñó un papel fundamental en la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, nos inspira para seguir luchando: “Sin duda, a la luz de la historia, es más inteligente tener esperanza que miedo, intentar algo que no intentarlo. Pero hay una cosa que sabemos sin ninguna duda: las personas que dicen ‘no se puede hacer’ nunca han logrado nada”.