En 1972, el mundo se reunió en la Conferencia cumbre sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo, Suecia. Por vez primera, se reconoció el acuciante problema global que afecta al medio ambiente. La conferencia preparó el camino para la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el cual se concibió para supervisar el estado del medio ambiente, informar de la creación de políticas con el apoyo de la ciencia y coordinar todas las respuestas frente a los retos mundiales que plantea el problema.

“Nuestra institución fue fundada en el [19]72, hemos cumplido 50 años, hemos sido la conciencia medioambiental del mundo, hemos aportado conocimientos científicos, hemos contado la historia del planeta, somos sus defensores globales, trabajamos en legislación medioambiental, somos el entramado en el que las convenciones multilaterales medioambientales, incluida la Convención sobre el Cambio Climático, se entrelazan, y tratamos con temas financieros y comerciales”, comenta Inger Andersen, medioambientalista y economista que actualmente dirige el PNUMA. 

Dado que el PNUMA cuenta con cincuenta años de experiencia en diplomacia medioambiental, Andersen nos habla de la importancia de una justicia por el clima y sobre los cambios que necesitamos a medida que avanzamos hacia un futuro resiliente respecto al cambio climático y con bajas emisiones.

De acuerdo con el último informe sobre el cambio climático aportado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cual fue creado por el PNUMA y la Organización Meteorológica Mundial en 1988, el cambio climático está provocando una alteración peligrosa y generalizada en la naturaleza que afecta a la vida de miles de millones de personas en todo el planeta, a pesar de los intentos por reducir estos riesgos. 

Hoy en día, casi la mitad de la humanidad reside en una zona en peligro. Los extremos meteorológicos han expuesto a millones de personas a una inseguridad aguda sobre al agua y los alimentos, especialmente en África, Centroamérica y Sudamérica, a las islas pequeñas y a la región del Ártico, lugares que han contribuido poco o nada al cambio climático. 

“[...] Allá donde se encuentran efectos en el clima, lugares donde vemos que las cosechas ya no pueden abastecer a la gente, nos enfrentaremos a una implosión medioambiental. Y eso puede llevarnos a una implosión de la sociedad y también a la criminalidad, las migraciones y los conflictos internos. La justicia forma parte indisoluble del debate medioambiental”, subraya Andersen. 

“Cuando sabemos que uno de cada tres ciudadanos africanos se ha enfrentado a la escasez de agua, entendemos que exista una desigualdad por el cambio climático, y luego también nos damos cuenta de que aquellos pueblos vecinos nuestros aquí en Nairobi, producen niveles muy, muy bajos de emisiones de CO2”.

"Cuando uno viaja a las islas del Pacífico, se encuentra con una clara materialización de esta injusticia en torno a todo esto. Estas son naciones que no han contribuido en nada a todo lo que está sucediendo en términos de cambio climático y son las que están soportando el mayor peso de toda esta situación”.

Pero advierte: “realmente somos todos los que al final vamos a soportar ese peso”. “Simplemente habrá alguien que lo soporte antes y de forma más dura que el resto. Entonces, sí, es importante un debate sobre las pérdidas y los daños y además también es necesario poner al planeta contra las cuerdas si hablamos de justicia”.

El último Informe sobre la Brecha de Producción del PNUMA nos indica que a pesar de unas ambiciones crecientes por el clima junto con los compromisos por el cero neto, los gobiernos todavía pretenden producir más del doble en combustibles fósiles para 2030 que la cantidad que hubiera sido coherente para la limitación del calentamiento global con el 1,5 °C. 

A medida que empeoran los impactos en el clima, el aumento progresivo en inversiones destinadas a la resiliencia frente al cambio climático supondrá un hecho clave para la supervivencia. Al mismo tiempo, las desinversiones en combustibles fósiles, por "hidrocarburos" serán clave para la salud del planeta.

"Cuando subvencionamos los hidrocarburos, no logramos entender que los costes de esa subvención son mucho mayores que la propia subvención. Piense en ello: niños con asma debido al humo producido por los automóviles. Piense en ello: la erosión de la costa allá donde los pescadores o pescadoras no puedan garantizarse sus medios de subsistencia. Piense en ello: inundaciones constantes, incendios. ¿Cuál es el precio a pagar por todo eso? Esto representa costes sociales", añade Andersen. 

“Por todo esto, necesitamos entender, no obstante, que los países en desarrollo se asientan sobre un montón de hidrocarburos que potencialmente podrían convertirse en generadores de riqueza económica para ellos, esa desigualdad que muestran y que les hace renunciar a esto es una señal clara de que esa riqueza debe tenerse en cuenta para ayudarles a llevar a cabo esos cambios”.

En 2009, los países desarrollados se comprometieron a aportar 100.000 millones de USD al año para apoyar la acción por el clima en estos países en desarrollo y para 2020. Pero se han quedado cortos. 

“La ciencia constata de forma innegable que lo que realmente se necesita es valentía política”, afirma Andersen. “El verdadero problema es la valentía de estos líderes y los intereses económicos que, a veces, pueden nublar el propio proceso de toma decisiones por parte de nuestros líderes”. 

“Nadie puede esperar hasta 2045 y decir: "¡vaya!, pues parece que tenían razón" Ahora, lo que realmente queremos es revertir esta situación. Tenemos que tomar medidas en 2022 y en 2023 de forma que puedan blindarse aquellos empleos que se verán afectados y, así, podamos darle la vuelta a todo de forma segura para no llegar a ver aquel desacuerdo creado en torno a la COVID-19 cuando apareció de repente. Queremos hacer esos cambios ahora”.

Es necesario emprender acciones urgentes: respecto a la financiación, la adaptación frente a los impactos del cambio climático, y la reducción de las emisiones, en especial en lo concerniente a los principales emisores. Realizar el cambio ahora significa: una disminución progresiva en el uso del carbón, poner un precio a las emisiones de carbono, acabar con las subvenciones para los combustibles fósiles y, además, garantizar una transición justa hacia las energías renovables. 

“No se trata de un problema de tendencia política de izquierdas o derechas. Se trata de un problema de justicia intergeneracional Estamos apostando por el futuro, estamos apostando por nuestros nietos".

 

Entrevista disponible en inglés: