El embajador Peter Thomson, de Fiyi, Enviado Especial de la ONU para los Océanos, se encarga de movilizar la acción mundial para la conservación y el uso sostenible de los océanos. Recientemente habló de las conexiones entre los océanos y el clima, de las perspectivas de los pequeños Estados insulares en desarrollo y de las posibilidades para desarrollar una economía azul sostenible. Se ha editado la entrevista por motivos de extensión y claridad.

 

¿Qué conexión existe entre los océanos y el clima? 

Los océanos son los mayores reguladores del clima. Los océanos absorben alrededor de un 30 % del dióxido de carbono emitido y más del 90 % del calor producido por el calentamiento global. Sin embargo, estas características tienen sus límites y nos estamos acercando a los puntos de inflexión. 

Mi mantra para el día a día es que no podemos tener un planeta sano sin unos océanos sanos. No obstante, la salud de los océanos se está deteriorando debido principalmente a las emisiones de gases de efecto invernadero. Los océanos son cada vez más ácidos, contienen menos oxígeno y presentan una temperatura mayor. Esto causa la muerte de los corales, el aumento de los niveles del mar y el cambio de las corrientes oceánicas, entre otras consecuencias. Los océanos también se encuentran sometidos a la presión de la contaminación y, en 2050, contendrán más plástico que peces. Continúa la destrucción de los manglares, los pastos marinos y los bosques de algas, pese a que secuestran diez veces más carbono que los bosques terrestres. 

¿Por qué las personas están vinculadas a los océanos, independientemente del lugar en el que vivan? 

Pensemos en el oxígeno que respiramos. Una pequeña criatura denominada Prochlorococcus, el organismo fotosintético más diminuto del planeta, vive en los océanos y produce el 20 % del oxígeno de la biosfera. Por lo tanto, todos estamos conectados con el Prochlorococcus y los océanos de una forma existencial. 

¿En qué se traduce el cambio climático para una persona que vive en una zona rural de un pequeño Estado insular en desarrollo rodeado por el océano? 

El obstáculo más evidente es la frecuencia y la ferocidad de los ciclones tropicales. Antes, ya existían este tipo de fenómenos y siempre había que prepararse para una gran tormenta cada diez años. Sin embargo, ahora tienen lugar varias veces al año y con más fuerza. La gente quiere emprender una plantación y obtener algo de dinero para las matrículas escolares de sus hijos, ya sea kava, coco o cacao, y consigue un préstamo para el material de plantación, para que luego venga una de esas tormentas y eche todo por tierra. Se trata de un desastre económico. Su principal tarea consiste en rezar para que la tormenta que se dirige hacia ellos se desvíe. Ahora, las estaciones también están cambiando. Cuando, con confianza, prevemos lluvias, ese mes no se producen, sino que aparecen de manera torrencial durante otro mes, lo cual no forma parte del ciclo normal de las cosechas. 

En las zonas bajas, el aumento del nivel del mar constituye un motivo de preocupación, y no solo en el caso de los pequeños Estados insulares en desarrollo. Lugares como Manhattan y Florida deberían pensar seriamente en lo que está sucediendo, dado que será una constante durante los próximos siglos, en vista de lo que está ocurriendo con las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida. En Fiji, ya hemos trasladado muchas comunidades situadas en zonas bajas a terrenos más elevados. Se trata de un programa que el Gobierno está llevando a cabo de manera responsable a raíz de las peticiones de aldeas que están padeciendo el aumento del nivel del mar y quieren reubicarse. 

Otro problema es la decoloración del coral. Quizá la gente recuerde los arrecifes de su infancia como la manifestación más exuberante de vida y naturaleza que posiblemente pueda haber. Ahora vuelven y ven arrecifes decolorados donde no hay nada más que corales muertos y unas pocas algas, junto con algunos peces esporádicos deambulando. Es devastador. En mi opinión, es comparable con lo que debe haber sido recorrer las ciudades totalmente arrasadas por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Está previsto que el 90 % de los arrecifes de coral tropicales desaparezca al alcanzar un calentamiento de 1,5 grados Celsius. 

No podemos tener un planeta sano sin unos océanos sanos

¿Por qué son los pequeños Estados insulares en desarrollo, que no son en absoluto los más ricos en recursos, quienes están liderando los llamamientos a la acción climática? 

El motivo es que nosotros podemos ver los efectos y hemos recurrido a la ciencia, que ha dejado muy claro lo que está sucediendo. Los países situados en zonas bajas, como Maldivas, Kiribati, las Islas Marshall y Tuvalu, se han situado a la cabeza de la sensibilización en el plano mundial. Algunos buenos amigos y vecinos, como Fiji y las Islas Salomón, son islas más elevadas que no van a desaparecer con la subida del mar, pero que están preparadas para luchar. En realidad, se trata de una batalla moral. 

Somos humanos. Si alguien tiene un recurso, por ejemplo, petróleo, y existe demanda, lo explota para poder prosperar y ofrecer a sus hijos una educación, una buena atención sanitaria y todo eso. Se trata simplemente de una reacción humana normal. No obstante, una persona no puede disfrutar de su vida si ese proceso implica un daño para la mía. Si está produciendo algo en su zona que tiene efectos nocivos en la mía, tengo que alzar la voz. Dicho esto, ya hemos dejado atrás la fase de señalar con el dedo, porque estamos juntos en esto y tenemos que encontrar las soluciones de forma conjunta. 

¿Se siente optimista con respecto al futuro de la población de los pequeños Estados insulares en desarrollo?

Esas personas se encuentran en una situación difícil debido a los efectos que ha causado la pandemia en el sector del turismo mundial, dado que habían llegado a depender en gran medida de él. El otro obstáculo al que se enfrentan es la repercusión que está teniendo el cambio de las condiciones climáticas en sus economías. En este siglo, tres de las cinco especies comerciales de atún se trasladarán de la región sudoccidental del océano Pacífico hacia el sur, junto a Nueva Zelandia, y a la costa occidental de América Latina. En Tuvalu, donde el 90 % de la moneda extranjera procede del atún, esto deja a la economía totalmente desvalida. 

En mi opinión, la esperanza reside en la economía azul sostenible, que resulta muy prometedora para los países insulares. Los recursos genéticos marinos presentan un enorme potencial para el desarrollo de medicamentos y de toda clase de productos sanitarios y de otra índole. La maricultura, que tiene lugar en mar abierto, podría representar la exportación del futuro a medida que nos alejamos de la acuicultura cerca de la costa, que conlleva problemas por el uso de antibióticos, la destrucción de manglares y otras cuestiones derivadas de las condiciones cerradas. Asimismo, existe la energía eólica marina, de carácter sostenible, una esfera en la que los pequeños Estados insulares en desarrollo podrían tomar la delantera y que podría proporcionarnos toda la energía que necesitamos en este planeta.

La esperanza reside en la economía azul sostenible: prometedora para los países insulares.

¿Cuál es el logro que más ansía de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebrará en Glasgow en 2021? 

Un cambio de orientación de la financiación para el clima hacia la economía azul sostenible. En estos momentos, únicamente se destina una pequeñísima parte de la financiación para el clima y la asistencia oficial para el desarrollo a las inversiones en la economía azul. 

Si esto cambia, sería un gran incentivo para adoptar objetivos mucho más ambiciosos en materia de economía azul sostenible. Esto, a su vez, podría acelerar los progresos hacia un mundo con unas emisiones netas cero para 2050. El informe del Panel de Alto Nivel para una Economía Oceánica Sostenible, por ejemplo, reveló que los océanos pueden mitigar las emisiones en un 21 %, a través de soluciones como la energía eólica marina y el transporte marítimo ecológico.

¿Existe la voluntad política necesaria para cumplir el compromiso actual de los países más ricos de proporcionar 100 000 millones de dólares de financiación relacionada con el clima para los países en desarrollo?

La pandemia nos ha enseñado que podemos reubicar una cantidad ingente de recursos para protegernos. Esos 100 000 millones de dólares son solo una mínima parte de lo que se necesita para protegernos frente al clima. No hará falta una inversión de miles de millones, sino de billones de dólares. A nivel político, ¿podremos gastar esos billones? Sí, rotundamente. Es lo más sensato que podemos hacer con nuestro dinero. Pensemos en nuestros hijos y nuestros nietos, condenados a un mundo en llamas, ¿sería aceptable? No. Cuando nos demos cuenta de ello, no tendremos ningún problema en recaudar los billones necesarios. 

Considero que la humanidad se inclina hacia la autoconservación. Además, desde mi punto de vista, disponemos de ingenio para encontrar las soluciones necesarias. Habrá que tomar ciertas decisiones importantes antes de 2030, ya que solo nos queda un decenio como mucho para empezar a doblegar la curva.

¿Está progresando la ecologización del sector del transporte marítimo?

Más del 90 % del comercio mundial se realiza mediante buques, de modo que es un servicio de gran relevancia para la humanidad. Las embarcaciones tienen que seguir navegando, pero queman el combustible más sucio, lo que resulta extremadamente perjudicial para la salud de las personas y para el medio ambiente. Debemos librarnos de eso. 

Nos encontramos en la cúspide de la transformación hacia nuevas fuentes de energía y, probablemente, la opción más factible sea el hidrógeno verde en amoníaco. Existe tal grado de confianza en esto que países como Chile están incluyendo la producción de hidrógeno verde en amoníaco en sus planes nacionales de desarrollo. Ya contamos con enormes buques alimentados por baterías que son viables para desplazamientos de 24 horas, dada la duración de la batería. Es necesario electrificar el transporte marítimo de cabotaje lo antes posible. 

Lo que verdaderamente tiene que cambiar es la mentalidad del ser humano. Debemos rendirnos a la tierra y a los océanos. Debemos tratar al planeta con el respeto que merece.

¿Qué opina de las iniciativas actuales de la Organización Mundial del Comercio encaminadas a eliminar las subvenciones a las prácticas pesqueras perjudiciales?

Tenemos que poner fin a esa farsa. Hace años que no me sentía tan optimista porque, en esta esfera, por fin hemos pasado de estar como un hámster en una rueda a correr en las Olimpiadas. Cada año, se destinan entre 20 000 y 30 000 millones de dólares de dinero público a subvenciones, las cuales se dirigen principalmente a flotas pesqueras industriales que salen a faenar y minan las reservas pesqueras. No se aplica la lógica correcta, en absoluto. Las subvenciones que apoyan las prácticas nocivas pueden destinarse a la acuicultura sostenible o a ayudar a las mujeres a establecer cultivos de algas. Pensemos en lo que podríamos hacer con 20 000 millones de dólares. 

¿Cómo podemos hacer las paces con los océanos?

Me gusta el mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas acerca de que la humanidad está librando una guerra contra la naturaleza y es el momento de que firmemos la paz. Esa es la situación de la relación de la humanidad con el planeta, y debemos encararla. No podemos continuar explotando los limitados recursos y creer que podemos seguir así eternamente y que todos nos enriqueceremos. Eso no va a pasar. 

Tenemos que cambiar nuestras conductas. En mi familia, hemos dejado de comer carne vacuna, por ejemplo. Ya no poseemos vehículos privados. Recompensaremos a las autoridades gubernamentales que se comprometan con las emisiones netas de valor cero, así como a las empresas que lo hagan, a través de nuestro gasto como consumidores. Estoy seguro de que existen millones de familias como la nuestra que están preparadas para hacer lo que todos debemos hacer. 

Lo que verdaderamente tiene que cambiar es la mentalidad del ser humano. Debemos rendirnos a la tierra y a los océanos. Debemos tratar al planeta con el respeto que merece.

 

Entrevista disponible en inglés: