El Instituto Europeo de Administración de Negocios, una institución miembro de la UNAI, a través de su Grupo de Investigación Humanitaria, cuyo mandato consiste en promover la ciencia del desarrollo y las operaciones de socorro mediante una labor de investigación basada en la práctica, significativa y acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ha presentado los resultados de un proyecto de investigación realizado por Luk N. Van Wassenhove, su Director Académico, y Gina Fialka, Investigadora Asociada, sobre el impacto de las plagas de langosta en las regiones vulnerables.

Los autores de la investigación señalaron que el informe titulado El clima y las langostas del desierto, publicado por la Organización Meteorológica Mundial y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), advierte del avance de millones de langostas del desierto a través del Cuerno de África, Medio Oriente y Asia, amenazando los medios de subsistencia de una décima parte de la humanidad. Una combinación de sucesos ocurridos en los dos últimos años ha creado una situación compleja en las regiones asoladas por otras crisis, como conflictos armados, desplazamientos internos, refugiados, crisis sanitarias e inseguridad alimentaria, que ya necesitaban ayuda humanitaria mucho antes de que las plagas de langosta o la pandemia de COVID-19 hicieran su aparición en estas regiones.

Ahora el peligro de las langostas radica en los enjambres. Estos enjambres se forman cuando las langostas se desplazan todas juntas debido a la escasez de alimentos y se reproducen de forma ininterrumpida, y el cambio climático contribuye precisamente al establecimiento de las esas dos condiciones que propician la formación de enjambres. El Gran Cuerno de África ha sufrido varias sequías extremas en los últimos 25 años, que han destruido las cosechas y el ganado y han propiciado inseguridad alimentaria.

Debido a la sequía, se han reducido los lugares en los que se alimentan las langostas del desierto, lo que las lleva a agruparse en zonas más verdes, donde hay cosechas. Los ciclones que se produjeron en la Península de Arabia crearon la zona ideal para la reproducción de estos insectos, la mayoría de los cuales se concentraron en Yemen, donde se vive una crisis humanitaria que imposibilita las operaciones de vigilancia y control de estas plagas. Pese a los esfuerzos de FAO Locust Watch y las organizaciones locales, una combinación de variables hizo posible que las langostas se reprodujeran de forma ininterrumpida.

Para que la situación se recrudezca es necesario que llueva en las regiones adyacentes, y las lluvias torrenciales que cayeron en las regiones circundantes contribuyeron a la propagación de las langostas. Estas fueron a parar a países que han tenido que hacer frente a múltiples amenazas, como lluvias torrenciales, sequías, ciclones y conflictos armados, destruyendo su débil infraestructura y dificultando la respuesta a los desastres y el control de las plagas. Dado que los enjambres de langostas pueden desplazarse hasta 150km diarios, su control exige coordinación transfronteriza, algo que resulta difícil de lograr.

La pandemia de COVID-19 ha exacerbado el problema, ya que las restricciones de movimiento han dificultado la labor de los expertos y científicos y la asistencia de las organizaciones humanitarias debido a las limitaciones para desplazarse sobre el terreno o a la imposibilidad de enviar suministros a través de las fronteras. La pandemia también ha alterado las cadenas de suministro, lo que ha provocado una reducción de la producción y el suministro de plaguicidas. Además, con el cierre de las fronteras se restringe el acceso a los helicópteros, que son cruciales para la vigilancia y el control de las plagas de langosta. Como decía Cyril Ferrand, Jefa del Equipo de Resiliencia para el África Oriental de la FAO, “Necesitamos tener una movilidad equivalente a la que tienen las langostas del desierto.”

Para la mayoría de los países afectados, la COVID-19 y las langostas son problemas que vienen a sumarse a los desafíos a los que ya se enfrentan. Si no se eliminan estos insectos, puede que lo peor esté por llegar el próximo año, ya que la inseguridad alimentaria es un problema que se agrava de día en día y una nueva generación de langostas emprende el vuelo durante la temporada de cosecha, una cosecha escasa desde hace varios años debido a los efectos del cambio climático.

La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (IPC, por sus siglas en inglés) ha advertido de la posibilidad de que la plaga de langosta se propague a varios países del Norte de África y otras regiones, al tiempo que aumenta el número de casos de contagio de la COVID-19 y la situación de la seguridad alimentaria empeora cada día. Esta historia sobre las langostas es un ejemplo de cómo la interconexión mundial puede dar lugar fácilmente a una cascada de sucesos con efectos en cadena, culminando en lo que podríamos denominar una tormenta perfecta. Es necesario seguir investigando y contar con presupuestos y recursos financieros adecuados y, sobre todo, es imprescindible la voluntad de impulsar una acción colectiva para hacer frente a esta situación humanitaria.

Podrán encontrar más información en el documento en inglés titulado Desert locust crisis appeal: January-December 2020, publicado por la FAO.