De acuerdo con los Mohawks, una tribu indígena basada en Norteamérica, la tierra como la conocemos solía descansar en la espalda de una tortuga gigante -después de que los continentes se separaran, Norteamérica fue conocida como “la Isla Tortuga”. A pesar de que los habitantes de la isla, dígase personas, otros animales o plantas, básicamente vivían en armonía, si el balance no se mantenía en el entorno, el “creador” podría ayudar a recalibrarlo.

Tom Porter, líder espiritual Mohawk de una comunidad asentada a lo largo de los ríos St.Lawrence y Grasse, que atraviesan la región norte de Nueva York en Estados Unidos, así como Ontario y Quebec en Canadá, se dio cuenta de los primeros cambios a principios de la década de 1980 por un programa de radio que escuchó en el camino a finalizar su rutina diaria de pesca. “A toda la gente Mohawk, les advertimos no comer pescado. Especialmente a mujeres que están lactando a sus bebés o están embarazadas. Es tóxico, está contaminado. Las personas que no están embarazadas ni lactando puede comer pescado, pero sólo una vez a la semana”. Los contaminantes tóxicos venían del desecho industrial vertido en los ríos por compañías manufactureras de la zona.

Porter, junto a otros miembros de su comunidad, empezaron de inmediato a relacionar los contaminantes con inexplicables problemas de salud en su comunidad: severos defectos de nacimiento, un incremento más elevado de lo usual en la tasa de cáncer, y una esperanza de vida más corta entre los ancianos del clan. Estas observaciones fueron puestas a la atención de los gobiernos de Canadá y Estados Unidos, lo que conllevó a estudios del suelo, los cauces de los ríos, y las granjas en sus territorios para determinar la magnitud del efecto de los bifenilos policlorados, o PCBs (por sus siglas en inglés) en la comunidad.

A pesar de la investigación exhaustiva, aún faltaba información clave para determinar con precisión como los PCBs habían llegado hasta los animales vivos. Para responder a esa pregunta, varios estudiantes Mohawks fueron enviados a realizar pasantías con científicos en los laboratorios del estado de Nueva York. Entre ellos estaba la Dra. Mary Arquette, en esa época estudiante y ahora veterinaria e inmunotoxicóloga. Ella desarrolló una prueba de laboratorio en una tortuga serpentina, lo que arrojó como resultado 835 partes por millón de PCBs, mientras que el límite permitido de pescado consumible se sitúa actualmente en 2 partes por millón.

La tortuga, un elemento esencial para el mito de la creación de los Mohawks, se estaba enfermando y muriendo debido a la tóxica contaminación. Este descubrimiento hizo que mucha gente de la comunidad sintiera que las bases de su tierra se estaban desintegrando. La Dra. Arquette reiteró, “En nuestra historia de la creación, la Isla Tortuga es la tierra, y así la tortuga [el descubrimiento] fue bastante significativo. El corazón de Norteamérica está contaminado, y alguien te está gritando culturalmente “¡Esto es importante!, ¡Haz algo!”

La colaboración con la comunidad académica fue más allá; Porter, la Dra. Arquette y un dedicado grupo de Mohawks y científicos de apoyo establecieron en 1987 el Grupo de Trabajo para el Medioambiente Akwesane. La ayuda por parte de los científicos fue crucial en su lucha de proteger al medioambiente, ya que las acciones de la comunidad necesitaban ser complementadas con hechos e investigación. Porter acudió a los científicos para “decir la verdad. Y no sólo en pequeñas cantidades, sino decirle al mundo cuán compleja está la situación donde vivimos”.

El Grupo de Trabajo para el Medioambiente Akwesane luchó continuamente por la verdad y por la limpieza de sus ríos y tierras aledañas a través de la participación en conferencias académicas, protestas, y juntas intergubernamentales. En aquel entonces, nadie hubiera esperado que su lucha siguiera por treinta años. La batalla para que las compañías limpiaran su propia contaminación estaba lejos de ser lineal, con estándares de “limpieza” divergentes entre gobiernos y las compañías responsables que buscaban gastar lo menos posible en las acciones de limpieza.

La mayor parte de los últimos treinta años se dedicó a reducir las fugas y la contención de contaminantes en un esfuerzo de limpiar las tierras y aguas contaminadas. La limpieza de los tóxicos se completó en noviembre de 2021, y el proyecto continuó a su siguiente fase: la restauración ecológica. El método estándar para limpiar los PCBs es cubrirlos con una capa impermeable, la cual contribuye a limitar su exposición al ambiente.

Esto significa que la mayoría de los contaminantes industriales liberados aún permanecen en los ríos St. Lawrence y Grasse. Cerca de 48 acres (19 hectáreas) de tierra y agua han sido restaurados hasta el momento, pero la advertencia de pesca en el lugar seguirá vigente probablemente por cientos de años. En la comunidad Mohawk, las personas más jóvenes aún portan en su sangre el doble del promedio nacional de PCBs. Los pescados no pueden ser consumidos con seguridad y los tipos de cáncer como linfoma y melanoma tienen cada vez más prevalencia.

No obstante, los esfuerzos por parte de la nación de los Mohawks en la eliminación del PCB, con la ayuda de la comunidad académica, ha limitado la exposición de futuras generaciones a los contaminantes restantes. Kay Olan, una maestra retirada y Mohawk cuentacuentos, dice, “En nuestras instrucciones originales, se espera que pensemos no sólo en nosotros, sino que también pensemos en el impacto de nuestro trabajo y acciones en las siete generaciones por venir. De esta manera, nos ayudará a tomar buenas decisiones en relación con cada uno y el mundo natural”.

Cuando Tom Porter escuchó por primera vez las noticias sobre la contaminación, inmediatamente sacó sus redes de pescar del río y las dejó pudrir. No ha regresado a su lugar de pesca favorito desde entonces. Para el Día Internacional de la Madre Tierra de este año, el 22 de abril, toma un minuto para considerar el legado que quieres dejar para las siguientes siete generaciones: ¿una Madre Tierra sana o envenenada?