Los profesores indígenas del Chaco Paraguayo, una de las zonas más deshabitadas y pobres del país, apostaban porque la educación de sus alumnos continuase a pesar de la pandemia, aunque ello conllevara trepar árboles. Conoce esta historia de estoicismo, amor por la enseñanza y reivindicación de una educación digna para los pueblos indígenas de Paraguay.

Texto: ONU Paraguay/Conchi Gil

Las escuelas de Paraguay rezuman soledad y nostalgia.

Una profesora, Cinthia, comienza su jornada en pleno auge de la pandemia en 2020.

No lo hace desde el ordenador de su casa, conectada a Skype con sus alumnos, listos para aprender una lección nueva desde unos equipados escritorios.

En su lugar, Cinthia comienza su día comprobando el celular que dejó por la noche en el techo de su casa. Quizá ha tenido suerte con la conexión y ha podido descargar desde el teléfono la lección de hoy para sus alumnos. Aunque quizá no… Tal vez haya que esperar varios días más para poder transcribirla y luego visitar y encandilar a sus alumnos con unos nuevos conocimientos escritos a mano.

Esa es la realidad de los maestros indígenas de Pozo Colorado, una pequeña localidad del Chaco Paraguayo.

 

Agudizar el ingenio ante la falta de conexión digital

La vida de los pueblos indígenas de El Chaco nunca ha sido fácil. En esta gran región del país luchan de continuo contra la sequía, la contaminación de aguas, un calor que regala incendios por doquier y un desempleo enfatizado aún más con la pandemia, lo que aboca a muchas familias a no tener nada que llevarse a la boca. Por tener, muchos no tienen ni siquiera suministro eléctrico en sus casas.

Sin embargo, Cinthia y todo un equipo de maestros indígenas de la región lo tenían claro:  la educación durante la pandemia seguiría adelante a pesar del cierre de las aulas, aunque ello implicara, literalmente, trepar árboles.

Los problemas comenzaron precipitadamente, ya que el programa de estudios que proveía el Ministerio de Educación se ofrecía exclusivamente en formato digital.

“La verdad es que no sabíamos qué hacer como docentes.  Aquí no disponemos de suficientes medios ni contamos con buenas tecnologías. Ni alumnos, ni siquiera sus padres, disponen de celular”, explica Cinthia, profesora de la Comunidad Indígena de Sombrero Pirí.

De esta manera, el paso a una educación en línea fue el primer escollo con el que los profesores lidiaron.  Las tareas escolares diarias se distribuían a través de una plataforma de educación digital a la que ni profesores ni alumnos podían acceder. “Es muy difícil para nosotros (los profesores) trabajar así teniendo en cuenta donde estamos. En El Chaco no hay buena conexión a Internet y a cada rato perdemos la señal”, se lamenta Elvio, otro maestro de la comunidad indígena La Herencia y perteneciente al pueblo Enxet Sur.

Una maestra le entrega un cuaderno a su alumna en casa.

A pesar de estos obstáculos y el desconocimiento tecnológico, el compromiso del profesorado y la búsqueda de estrategias fue inmediata. Si descargar una lección implicaba subir a un árbol en búsqueda de mejor conexión, se haría.

Y así comenzaron su nueva rutina diaria que incluía trepar árboles, una práctica que evolucionó a técnicas más “depuradas” como la de Cinthia, basada en colgar los teléfonos móviles en los techos de las viviendas a la espera de una nueva lección que, con suerte, se descargaría en 24 horas.

“Por eso elegimos ser docentes. Por amor a los alumnos y a la digna educación de los indígenas”, recalca Cinthia, que vive estos sacrificios con gran naturalidad. “Tenemos mucha esperanza puesta en la educación indígena y el esfuerzo de muchos de estos docentes a pesar de las dificultades”, explica. “Es por esta razón que nos reunimos y finalmente decidimos que lo mejor era ir casa por casa, individualmente, a entregar las tareas a nuestros alumnos. […] Incluso a pesar de que muchos tenían largos recorridos para llegar a entregar las tareas o presentar los trabajos”, añade mientras muestra unos apuntes de la lección hechos a mano, ya que las impresoras también son un lujo en El Chaco.

 

Educación de calidad para los alumnos indígenas

En Paraguay existen 535 escuelas indígenas en 19 pueblos con igual cantidad de lenguas. Entre los objetivos del plan nacional de pueblos indígenas se incluye el revitalizar y fortalecerla la cultura y el uso de todas las lenguas indígenas, lo que incluye emplearlas en el aprendizaje con los alumnos. “Para nosotros la educación indígena es importante para mantener nuestra identidad, sabiduría ancestral y conocimientos, a la vez que sirve para integrar socialmente a nuestras comunidades y aprender de otras culturas”, tal cual indica sabiamente el maestro Elvio en un discurso en el que mezcla indistintamente su lengua indígena y el español.

Dos pequeños miran a cámara

Sin embargo, la tarea no es sencilla en El Chaco.

La discrepancia entre el desarrollo de las infraestructuras y la tecnología en las zonas rurales y urbanas muestra la desproporcionada falta de acceso de las poblaciones indígenas. Se precisa una mejora de la conectividad y las comunicaciones para optimizar el proceso de enseñanza para los docentes indígenas, así como conectar a Internet a todos los estudiantes y escuelas.

A todo este problema de accesibilidad tecnológica, se suma unos obstáculos estructurales fruto de la desigualdad de oportunidades y recursos.  Según el estudio sobre la Juventud en Paraguay de las Naciones Unidas, el 49,4% de adolescentes indígenas, entre 14 y 17 años, no reportaron asistencia a ningún tipo de institución educativa formal en 2017 y se estima que esta tendencia ha empeorado durante la pandemia.

Igualmente, de acuerdo a datos gubernamentales, el analfabetismo afecta al 37,6% de las personas indígenas mayores de 15 años, en tanto que la media nacional es del 6,3%; y el promedio de años de estudio de la población indígena mayor de 15 años de edad es de 3,3 años, mientras que la media nacional es de 8,4 años.

Las cifras evidencian que el reto en la educación indígena paraguaya pasa por ofrecer una educación de calidad que sea inclusiva y equitativa, lo que implicaría  una reducción de las desigualdades en cuanto a conectividad y recursos educativos tecnológicos, así como medidas socioeconómicas que faciliten el acceso de los jóvenes indígenas a la formación.

Se debe trabajar porque la infancia y los jóvenes indígenas se acerquen a la educación porque, tal cual afirma el maestro Elvio, “es en la educación donde se encuentra la vida”.