1 marzo 2008

Los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM) constituyen una aspiración conjunta de una alianza mundial basada en la responsabilidad mutua. La responsabilidad primordial del logro de los ODM incumbe a los países en desarrollo; pero la comunidad internacional reconoce que, a fin de que los países pobres puedan alcanzar los ODM, tiene importancia crítica reforzar las alianzas, inclusive aumentar la escala y la eficacia de la asistencia, aportar una mitigación más sostenible de la deuda e instaurar normas más equitativas para el intercambio comercial, así como mejorar el acceso a medicamentos costeables, abordando las necesidades especiales de los países en desarrollo sin litoral y de los pequeños Estados insulares en desarrollo, además de subsanar la brecha digital.


El ODM 8 apunta a fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Su singularidad dimana del hecho de que, en realidad, no es tanto un "objetivo", sino más bien un vehículo para facilitar el logro de todos los demás ODM. Por ende, si no se concertara una verdadera asociación mundial para el desarrollo, sería poco probable el logro de cualquiera de los demás ODM.


Acogemos con agrado los progresos logrados hacia la mitigación de la deuda por conducto de la Iniciativa para la reducción de la deuda de los países pobres muy endeudados (HIPC) y la Iniciativa para el Alivio de la Deuda Multilateral (IADM). Según se estima, gracias a esos dos instrumentos, hacia fines de 2006 el monto de la deuda de países pobres se había reducido en 96.000 millones de dólares, en valor actual neto (NPV). La disminución del servicio de la deuda fue acompañada por el aumento en los gastos para reducir la pobreza, que en promedio han aumentado, desde 7% del producto interno bruto (PIB) en 2000 hasta 9% en 2006. En términos nominales, los gastos para la reducción de la pobreza ascendieron en 2006 a 17.000 millones de dólares, lo cual representa un aumento de 3.000 millones de dólares en comparación con 2005. Esas cifras reflejan los sustanciales adelantos logrados gracias a la HIPC.


Es preciso que colaboremos estrechamente con los países de bajos ingresos en el fomento de la capacidad para la gestión de la deuda, a fin de evitar una acumulación insostenible de los montos adeudados y alentar a quienes no pertenecen al Club de París (el Club de París es un grupo oficioso de funcionarios financieros de 19 de los países más ricos del mundo que aporta servicios financieros a los países endeudados) y a los acreedores comerciales a que respondan adecuadamente. Persiste el problema de la adicionalidad; si no se materializara, esto simplemente entrañaría que los países de bajos ingresos, en realidad, financiarían la mitigación de la deuda con cargo a las futuras corrientes de asistencia oficial para el desarrollo (AOD) destinada a ellos mismos.


En cuanto al aumento en la escala de la asistencia, el progreso es desigual. No cabe duda de que es preciso intensificar los esfuerzos. En 2006, los principales donantes del mundo aportaron asistencia por valor de 104.000 millones de dólares (en dólares constantes de 2005), importe inferior en 5,1% (0,3% del PIB) en comparación con el de 2005, inclusive 19.200 millones de dólares por concepto de mitigación de la deuda. Si se excluyera esta última, las cifras arrojarían una disminución de la asistencia para el desarrollo, la primera registrada desde 1997.
Como cuestión más importante aun que los importes de la asistencia, se asumió el compromiso de mejorar la calidad de la asistencia. Es alentador que se hayan logrado adelantos hacia el establecimiento de indicadores tangibles y metas concretas para los compromisos asumidos en virtud de la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo. El Foro de Alto Nivel a celebrarse en Accra en 2008 dará la oportunidad de determinar el grado de progreso. Debido a la creciente complejidad de la arquitectura internacional de la asistencia, es más urgente que nunca esforzarse por lograr una armonización.


Los países donde se registra un crecimiento sostenido también están logrando progresos hacia los ODM. Dicho crecimiento fue impulsado, en su mayor parte, por el intercambio comercial. Un aspecto oportuno y ambicioso del programa de Doha para el desarrollo es el requisito de que los países de bajos ingresos logren la tasa de crecimiento sostenido necesaria para alcanzar los ODM. En consecuencia, aguardamos con interés la conclusión exitosa y oportuna de la Ronda de Doha. Ha llegado el momento de que todos los miembros de la Organización Mundial del Comercio impulsen las negociaciones. Las investigaciones indican que, a consecuencia de la Ronda de Doha, sería posible lograr utilidades de 250.000 millones de dólares por año, y que un 40% de esas utilidades irían a los países en desarrollo. Solamente la reforma del comercio mundial del algodón beneficiaría en 2.200 millones de dólares la producción de África al sur del Sahara, entre hoy y 2015.


La experiencia nos ha enseñado que, a fin de maximizar las oportunidades del intercambio, es preciso fomentar la capacidad comercial. Muchos países africanos carecen de la infraestructura básica y de la capacidad logística conexa; otros carecen de capacidad para formular eficaces estrategias comerciales o negociar eficazmente acuerdos sobre intercambio comercial. La debilidad de los sectores de exportación o los altos costos del ajuste también pueden impedir que muchos países más pobres obtengan ganancias a raíz de la liberalización del comercio y se beneficien con las oportunidades mundiales. Esto muestra la importancia de la Iniciativa de Ayuda para el Comercio.


El ODM 8 se basa en el concepto de fuertes asociaciones: firme apropiación y responsabilidad mutua. En ese tipo de asociación, lo correcto es que ambas partes sean responsables de producir resultados. Desde la Cumbre del Milenio, celebrada en 2000, millones de personas han sido extraídas de la pobreza, principalmente en Asia, aun cuando persisten varios problemas en partes del Asia meridional y sudoriental. Será preciso que la propia región de África se esfuerce sostenidamente por movilizar los recursos nacionales y consolidar la estabilidad, la paz y la gobernabilidad. Pero es obviamente evidente que, a menos que la comunidad internacional cumpla con la parte que le corresponde en virtud de este acuerdo, el progreso será más lento. Actualmente, África está en una coyuntura muy propicia. En la mayoría de los países, las condiciones reinantes, en lo económico y lo político, son las mejores registradas desde hace varios decenios. Ha llegado la hora de que las alianzas internacionales aporten un mayor apoyo. El momento de hacerlo es ahora. Ésta es la importancia del ODM 8.

 

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