30 de octubre de 2023

Hoy, más de la mitad de la población mundial vive en las ciudades. Para 2050, casi el 70 por ciento de nosotros seremos residentes urbanos. Serán 6.300 millones de personas que necesitarán acceso a un suministro de agua limpia, saneamiento funcional y sistemas adecuados de alcantarillado y eliminación de residuos. También serán 6.300 millones de personas que necesitarán transportarse cada día de forma sostenible y eficiente, alojarse en viviendas seguras y saludables y residir en ciudades resilientes ante el cambio climático, los acontecimientos climáticos extremos y la transmisión de enfermedades.

Seamos claros: no cabe duda de que nuestro futuro es urbano. La urbanización ha sido y seguirá siendo una de las megatendencias más potentes del siglo XXI. No debería sorprendernos que una buena planificación de las ciudades será crucial para nuestro desarrollo sostenible.

Lo bueno, lo malo y la solución

Durante décadas, las ciudades han sido el motor del crecimiento económico nacional y mundial. Contribuyen a más del 80 por ciento del PIB mundial y registran niveles de productividad superiores a los de las zonas rurales.

No obstante, las ciudades son también una de las principales fuentes de problemas a nivel mundial. Son la mayor fuente de contaminación del mundo, dado que producen el 70 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. La urbanización rápida ya no se produce en los países desarrollados, pero sí es un fenómeno en curso en el mundo en desarrollo. Se prevé que cerca del 60 por ciento de la población de los países en desarrollo viva en ciudades en 2030 con más del 90 por ciento del crecimiento de la población de las zonas urbanas en el futuro tendrá lugar en Asia, África y América Latina.

Sin embargo, independientemente de dónde estén situadas, la mayoría de las ciudades no pueden aunar la productividad económica, la inclusión social y la sostenibilidad medioambiental. Tal y como se expone en el World Cities Report 2022: Envisaging the Future of Cities [“Informe Mundial de las Ciudades 2022: Visualizando el futuro de las ciudades”, documento en inglés], esta incapacidad implica que para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es necesario transformar las ciudades y las comunidades en ciertos ámbitos prioritarios. Sin embargo, las ciudades pueden desempeñar un papel en el avance hacia la consecución de los Objetivos si se produce la transformación necesaria.

La Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos estima que dos tercios de los ODS solo pueden alcanzarse si se actúa a escala local y regional. El ODS 11 (lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles) no es una excepción, pero para lograrlo habrá que pagar un coste.

Alcanzar el ODS 11: el dinero manda

No hay forma sencilla de calcular los costes que supone alcanzar el ODS 11. Los distintos países tendrán diferentes necesidades de inversión dependiendo de sus características específicas.

Ciudadanos a bordo del autobús DART en Dar es Salaam, Tanzania. © ONU-Hábitat/Julius Mwelu

Aun así, los resultados de un estudio de 2020 realizado por ONU-Hábitat —la agencia de las Naciones Unidas para los asentamientos humanos y las ciudades sostenibles— puso de manifiesto que alcanzar el ODS 11 en una ciudad pequeña en un país en desarrollo costaría de 20 a 50 millones de dólares cada año; en una ciudad de tamaño mediano en desarrollo en Colombia, la India o Bolivia costaría de 140 a más de 500 millones de dólares; y en una gran ciudad en desarrollo, como Kuala Lumpur o Bogotá, el coste oscilaría entre 600 millones y más de 5.000 millones de dólares.

Solamente en lo que respecta a las viviendas, se estima que se necesitan 4.000 millones de dólares al año para alcanzar las metas establecidas por el ODS 11 en relación con las viviendas adecuadas para todos.

Si no podemos calcular con precisión lo que nos costaría alcanzar el ODS 11, sí sabemos lo que nos costaría no lograrlo. En el peor de los casos, las regiones en desarrollo pagarán el precio de la inacción debido a sus vulnerabilidades y fragilidad estructural. Las ciudades africanas perderán hasta dos tercios de sus recursos financieros, en las regiones más pobres se extenderán las condiciones de los barrios marginales, millones de personas se verán abocadas a la pobreza extrema, los efectos climáticos desencadenarán crisis urbanas adicionales y los avances en desarrollo se revertirán.

Por lo tanto, echar a suertes la inversión sostenible no es la solución: el mundo debe invertir en su futuro urbano y esto requerirá instrumentos de financiación innovadores y nuevas fuentes de financiación diversificadas.

Financiar el desarrollo urbano sostenible

En la situación económica actual, las administraciones locales se han enfrentado a situaciones cada vez más difíciles al acceder a recursos externos para financiar su desarrollo. Los bancos multilaterales de desarrollo siguen siendo los mayores proveedores de financiación internacional para el desarrollo urbano sostenible, y para muchas administraciones locales —especialmente para las de los países de renta baja y media-baja— las transferencias intergubernamentales siguen siendo una de las principales fuentes de financiación, dado que representan hasta el 90 por ciento o más del total de sus ingresos locales, como en el caso, por ejemplo, de muchas ciudades del África Subsahariana.

Es esencial colmar la laguna de financiación de infraestructuras para garantizar que las ciudades puedan satisfacer sus necesidades de desarrollo de infraestructuras urbanas. Existen métodos de financiación alternativos que ya se han adoptado en todo el mundo, que permiten que las ciudades y las administraciones locales desbloqueen distintas fuentes de capital y, de esta manera, mejoren su atractivo para los inversores.

Una de las principales formas en que las ciudades pueden generar más financiación es invertir en ellas mismas. Al mejorar sus propias fuentes de ingresos —o administrar los ingresos municipales, como los impuestos sobre la propiedad y las tasas y cargas impuestas a los usuarios— las ciudades pueden aumentar sus ingresos en términos absolutos y mejorar su autonomía fiscal, lo que, a su vez, les permite proporcionar servicios e infraestructuras urbanas de mayor calidad.

Una mujer utiliza uno de los dispositivos para lavado de manos instalados por el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) en el barrio marginal de Kibera, en Nairobi. © ONU-Hábitat/Julius Mwelu

ONU-Hábitat ha estado fomentando el uso de herramientas como el instrumento para el análisis rápido de los ingresos procedentes de fuentes propias, concebido para ayudar a aumentar los ingresos procedentes de fuentes propias de las administraciones locales promoviendo su autodiagnóstico.

En las administraciones de ciudades pequeñas cuya solvencia no sea muy sólida, puede recurrirse a un enfoque de puesta en común de financiación para cumplir con los requisitos de inversión.

También puede usarse la financiación combinada para complementar los fondos públicos escasos con capital del sector privado, con el fin de llevar a cabo proyectos de infraestructuras innovadoras y de gran impacto que contribuyen al desarrollo sostenible, al tiempo que se proporciona un rendimiento financiero adecuado y se reducen los riesgos para los inversores. Del mismo modo, los fondos de desarrollo municipal creados a escala nacional pueden canalizar recursos en forma de préstamos, subvenciones o, a veces, financiación combinada para la inversión en viviendas o infraestructuras urbanas. Más de 60 países ya han creado estos fondos de desarrollo municipal en todo el mundo.

Sin embargo, la inversión en el desarrollo urbano sostenible no puede producirse sin marcos que la propicien. Por mucho que necesitemos la inversión en nuestras ciudades, desarrollar un sistema institucional y reglamentario sólido también será crucial para generar y atraer la financiación.

Para establecer el escenario en el que esto ocurra, es necesario realizar varios ajustes y posibles reformas. Entre ellos destacan establecer un sistema reglamentario y jurídico claro por el cual se rijan y autoricen los préstamos a las administraciones subnacionales y locales y se desarrollen sistemas y mercados de propiedad y uso de la tierra eficaces y eficientes; velar por que se establecen las instituciones adecuadas, con la capacidad y las competencias correctas necesarias para estructurar y aplicar instrumentos de financiación y aprovechar las oportunidades de inversión del sector privado; vigilar los niveles de gasto, los tipos impositivos y los pasivos con respecto a los instrumentos de financiación para influir positivamente en la voluntad de inversión del sector privado; y utilizar las calificaciones crediticias para ayudar a demostrar la solvencia de las ciudades con el fin de atraer la financiación de los mercados de capitales y el sector privado.

El 2 de octubre, el mundo celebró el Día Mundial del Hábitat, que marcaba el inicio de un mes de actividades y debates en torno al desarrollo urbano sostenible, la resiliencia y el crecimiento. En el Día Mundial de las Ciudades, celebrado el 31 de octubre, nos centraremos en encontrar las herramientas y los servicios que necesitamos para desbloquear las inversiones en las ciudades y financiar el desarrollo urbano sostenible.

Si queremos cumplir las promesas de los ODS, es necesario realizar cambios y actuar de manera enérgica a escala local, y es necesario hacerlo ya.

 

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