Impacto y prevención

Una pandemia de odio

A comienzos de mayo de 2020, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ya daba la voz de alarma sobre el "tsunami de odio y xenofobia, que provocaba chivos expiatorios y nos alertaba por todo el mundo" y que se desencadenaría durante la pandemia del coronavirus. Entonces, hizo un llamamiento mundial para abordar y contrarrestar el discurso de odio relacionado con la COVID-19.

Poco después, el Secretario presentó la Nota orientativa sobre cómo abordar y contrarrestar el discurso de odio en relación con la COVID-19. El Secretario señala que el discurso de odio "supone un extensa constelación de expresiones denigrantes contra individuos y grupos particulares que ha surgido o se ha exacerbado como resultado del brote de la nueva enfermedad de coronavirus; desde una culpabilización, estereotipificación y estigmatización y hasta el uso de un lenguaje peyorativo, misógino, racista, xenófobo, islamófobo o antisemita". El contenido de odio, a menudo, va acompañado de desinformación e información errónea sobre la COVID-19 y se disemina a través de medios digitales y/o tradicionales.

Durante una crisis sanitaria mundial, cuando el acceso a información segura y fiable puede resultar algo de vida o muerte, las consecuencias del discurso de odio relacionadas con la COVID-19 pueden ser desastrosas tanto para aquellos grupos destinatarios del discurso del odio como para la sociedad en su conjunto. Puede hacer que las desigualdades, la intolerancia y la discriminación existente empeoren; en especial, para las minorías y o para los extranjeros. También puede exponer a sus víctimas a la violencia o exclusión política o socioeconómica, aumentando los ya de por sí efectos desproporcionados de la pandemia en aquellas comunidades menos privilegiadas, como resultado. La desinformación y el discurso de odio relacionados con la COVID-19 pueden derivar también en divisiones y malestar social en un momento en el que la unión y cohesión resultan más necesarias que nunca. Es especialmente peligroso, cuando este discurso es utilizado por personas influyentes —como líderes políticos o espirituales—, o cuando forma parte de un esfuerzo coordinado para dañar o perjudicar.

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—Secretario General de las Naciones Unidas, mayo de 2020

 
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